En febrero de 2011, Brad Ruter y Ken Jennings ganaron US$ 300.000 y US$ 200.000 respectivamente en Jeopardy, el concurso televisivo producido por Sony Pictures Television que hacía furor en Estados Unidos. El premio no tenía casi nada de particular, teniendo en cuenta que Ruter era conocido por haber sido el concursante que más dinero había recaudado en toda la historia del programa. Pero otro ganador se llevó un millón de dólares: fue Watson, un sistema de inteligencia artificial capaz de responder a preguntas formuladas en lenguaje natural, que se llamaba igual que el fundador y primer presidente de IBM, Thomas J. Watson.
Quizá aquella semana de febrero, Ruter, Jennings y millones de estadounidenses amantes de los concursos empezaron a preocuparse de que los robots pudieran quitarles los premios en los programas de televisión, mucho antes de que nadie empezara a pensar que la inteligencia artificial podría reemplazar a los humanos y quitarles el empleo.
Richard Susskind, autor de The Future of the Professions and Tomorrow’s Lawyers, y gurú en tendencias sobre el futuro del empleo en el sector legal, cree que los humanos han hecho “demasiadas suposiciones acerca de lo indispensables” que son, ya que las máquinas consiguen cosas que se pensaba que solo el hombre podría hacer, como componer música original o superar a jugadores profesionales en complejos juegos de mesa con movimientos creativos. Y ahí está el caso de Watson.
Dos años después de aquel hito televisivo, un estudio de la Universidad de Oxford –The Future of Employment– pronosticaba tras examinar 702 ocupaciones que el 47% de los empleos, solo en Estados Unidos, corría el riesgo de desaparecer por efecto de la inteligencia artificial.
La investigación de Oxford identificaba entre las profesiones con menor riesgo de automatización a los terapeutas recreacionales, los supervisores mecánicos de primera línea, instaladores, reparadores, terapeutas ocupacionales y trabajadores sociales sanitarios.
Y según el Banco de Inglaterra, 80 millones de empleos en Estados Unidos y 15 millones en Reino Unido podrán ser desarrollados por robots.
Además de la automatización que provoca la inteligencia artificial, hay otros factores que influyen y seguirán influyendo en el empleo y en la posibilidad de perderlo o en la necesidad de adaptarlo a nuevas circunstancias. El World Economic Forum identifica entre otros el cambio climático, el ascenso de la clase media en muchos mercados emergentes, el envejecimiento de la población o el impacto que suponen viejas aspiraciones y nuevas conquistas de la mujer en el mercado laboral.
Inteligencia social
En todo caso, la interacción avanzada entre personas y máquinas que transforma el concepto de trabajo, las relaciones laborales y la vida de las organizaciones, es más una fuente de oportunidades que un factor destructor de empleo, de manera que se debe perder el miedo a la relación profesional inédita que se conoce como “inteligencia social”, que lleva a conseguir que el trato que tengamos con un robot sea más parecido a la manera en la que interactuamos con otras personas.
Según Gartner, la inteligencia artificial va a destruir en los próximos cuatro años 1,8 millones de empleos a nivel global, pero generará 2,3 millones. Un estudio de Grupo Adecco y el Instituto Cuatrecasas de Estrategia Legal en RRHH confirma que la mayoría de los profesionales expertos en recursos humanos (3 de cada 4) cree que el avance de la robótica no supondrá la destrucción de puestos de trabajo; y el World Economic Forum señala que más que de sustitución de puestos de trabajo se debería hablar de cambio de tareas.
La compañía estadounidense de procesos de automatización y robótica Kryon realizó un estudio que demuestra que allí el 70% de los profesionales no está preocupado por la posibilidad de que los robots los reemplacen en el lugar de trabajo. Esta confianza viene del hecho de que “aún se percibe el conocimiento humano como superior”, aunque un 60% cree que la mayor parte de las tareas serán automatizadas.
La cuestión es que por mucho que avance la tecnología, siempre serán necesarias las personas para poner en práctica todo lo aprendido, para dotar de cierto componente emocional a cada puesto y para hacer mejores las sociedades en las que se integran.
La capacidad de tomar decisiones autónomas es lo que puede provocar miedo de los robots, aunque tales resoluciones no están basadas en el libre albedrío, ya que están programadas.En realidad, muchos de los trabajos que quedarán obsoletos no desaparecerán; más bien se redefinirán. Y los profesionales tendrán que adquirir nuevas habilidades y capacidades para desempeñar otros roles.
¿Dónde está el riesgo?
La robotización influye en las actividades repetitivas que se dan en sectores como el legal,donde los profesionales paralegales y los asistentes tienen un 94% de posibilidades de ver cómo su trabajo se automatiza.
Richard Susskind asegura que “lo que veremos en diferentes profesiones será una mezcla de tareas diversas. Un abogado hoy no desarrolla sistemas que ofrecen asesoramiento, pero el de 2025 lo hará. Todavía se llamarán abogados, pero harán cosas diferentes”.
Esta misma tendencia se producirá en el negocio de la alimentación y los restaurantes. El sector de la comida rápida podría ver cómo un 81% de sus empleos queda reemplazado por robots como Flippy, un asistente de cocina impulsado por la inteligencia artificial que funciona desde agosto de 2017 en restaurantes que cocinan y despachan hamburguesas.
Un estudio de The McKinsey Global Institute concluye que los robots y las computadoras no solo permiten realizar mucho mejor y de una forma más económica y eficaz una variedad de actividades físicas rutinarias. También pueden realizar actividades que incluyen capacidades cognitivas que se consideran como “demasiado difíciles de automatizar” con éxito: es el caso de sentir emociones, hacer juicios tácitos, o incluso conducir.
Esto coincide con las conclusiones de Martin Ford, el futurista autor de Rise of the Robots: Technology and the Threat of a Jobless Future, quien explica que los trabajos con más riesgo de desaparecer víctimas de la automatización son aquellos que presentan unos niveles superiores de rutina y que son repetitivos y predecibles.
La investigación de McKinsey concluye que la automatización cambia nuestras actividades laborales diarias, aunque conviene analizar a qué velocidad se convertirán estas tecnologías de automatización en una realidad en el lugar de trabajo y cuál será su impacto en los empleos y en la productividad.
Capacidades como la creatividad y la percepción de las emociones son esenciales para la experiencia humana y resultan difíciles de automatizar. La cantidad de tiempo que los trabajadores invierten en estas capacidades es sorprendentemente baja. Apenas un 4% de las actividades -en el caso de la economía estadounidense- requiere creatividad.
Según McKinsey, menos del 5% de las ocupaciones pueden automatizarse por completo con la tecnología actual, pero cerca de un 60% de las profesiones cambiará hasta cierto punto, y sufrirá una redefinición significativa en lo que se refiere al trabajo y a los procesos comerciales.
El estudio pone el ejemplo de los oficiales de préstamos hipotecarios, que pasarán mucho menos tiempo inspeccionando y procesando la documentación de rutina y más tiempo revisando las excepciones. Esto les permitirá procesar más préstamos y dedicar más tiempo a asesorar a los clientes.
Asimismo, en un mundo en el que el diagnóstico de muchos problemas de salud podría automatizarse efectivamente, una sala de emergencias podría combinar las urgencias y el diagnóstico y dejar que los médicos se centren en los casos más agudos o inusuales, mejorando así la precisión de los problemas más comunes.
La investigación sugiere que un robot podría -en teoría- reemplazar algunas funciones de una enfermera. Pero por ahora, la posibilidad de que esto suceda realmente podría resultar desagradable para muchos pacientes, que esperan y necesitan contacto humano.
A medida que los roles profesionales y los procesos se redefinen, los beneficios económicos de la automatización se extienden más allá del ahorro de mano de obra. En las ocupaciones mejor pagadas, las máquinas pueden aumentar en un alto grado las capacidades humanas, amplificando el valor de la experiencia, ya que se incrementa la capacidad de trabajo.
Resulta evidente que todo esto libera de tareas rutinarias a los profesionales, que pueden centrarse en actividades de mayor valor. Así, por ejemplo, las firmas de abogados usan la minería de datos para la gestión de documentos, y en las actividades relacionadas con las ventas la automatización permite generar clientes potenciales e identificar oportunidades para la venta cruzada y la venta adicional, aumentando el tiempo que los comerciales tienen para interactuar con los clientes, mejorando la calidad de las ofertas.
Las actividades de baja cualificación y bajo salario que se desarrollan en “primera línea” son las más susceptibles de ser automatizadas.La automatización, que ahora va más allá de las actividades de fabricación rutinarias, puede transformar sectores como el de la sanidad o el financiero, en los que el conocimiento es una parte sustancial del trabajo.
FUENTE -> https://www.elobservador.com.uy/sepa-si-su-profesion-sobrevivira-la-influencia-los-robots-n1231754