La dislexia, cree el multimillonario Richard Branson, le permitió destacarse en las cosas que lo apasionaban. El esfuerzo por superarla fue un modelo de fortaleza en general. “Y tengo pasión por muchas cosas”, dijo a CNN Money.
Hubo, desde luego, errores. (Y uno superlativo, consideró.) Pero de esos errores salieron logros: para financiar la revista, por ejemplo, comenzó a vender discos por correo; Student fracasó pero el negocio de venta de discos se convirtió en el legendario sello Virgin Records, que comenzó con Mike Oldfield y luego publicó a The Rolling Stones, Sex Pistols y Janet Jackson.
Y entonces, en 1984, de su empresa sólo tomó el primer nombre y lanzó una línea aérea, Virgin Atlantic. Con los años se expandió a los Estados Unidos y a Australia, y ahora, con el derivado de Virgin Galactic, se suma a los sueños de Elon Musk y Jeff Bezos sobre viaje comercial espacial.
¿Y el error superlativo?
También llevaba el nombre de Virgin. Lo cometió en 1994 y fue el lanzamiento de Virgin Cola: “Declararle la guerra de los refrescos a Coca-Cola fue una locura”, dijo veinte años más tarde en su blog. “Creo que el emprendimiento del refresco fue uno de los errores más grandes que cometí”. El producto no se diferenciaba mucho de la competencia, que era abundante, y en cambio se apartaba de su filosofía de no ofrecer a los consumidores algo que no fuera realmente novedoso en el mercado.
El fracaso no lo desmoralizó. “El fracaso es una forma maravillosa de aprender”, dijo. “Como emprendedor, si no no asume riesgos, no va a lograr nada. A veces lo aprendí por las malas”.