El canciller chileno se formó en Harvard y Denver, tuvo una activa militancia contra la dictadura chilena, cofundó el Partido por la Democracia y es autor de una veintena de libros.
Su actual posición es la culminación de una carrera durante la cual fue embajador ante Brasil, la OEA y la ONU. Fue ministro secretario general del gobierno de su amigo Ricardo Lagos
—El comercio de bienes entre Uruguay y Chile ya estaba desgravado. Entonces ¿qué aporta el acuerdo firmado?
—Es una señal potente de integración entre dos países del Sur, cuando vemos señales de desintegración como el “Brexit” y algunos planteamientos de campañas presidenciales. Pero en segundo lugar creo que están los componentes económicos del acuerdo. Vamos más allá de los bienes y estamos abriendo el sector de los servicios. Estamos avanzando en el comercio electrónico. Hay un capítulo de género porque nos parece de la mayor importancia la presencia de la mujer en el crecimiento económico. Y por último hay un capítulo dedicado a las Pymes que representan un enorme potencial de generación de empleo. Tiene elementos verdaderamente inéditos. Nosotros no habíamos firmado ningún acuerdo de libre comercio, de los muchos que Chile ha firmado, que tuviera un capítulo sobre género.
—¿Supone además que Chile se vuelca al Atlántico después de haber dado prioridad al Pacífico durante años?
—Efectivamente, desde un inicio el gobierno de la presidente (Michelle) Bachelet me pidió especial atención al Atlántico, no solo profundizar la Alianza del Pacífico con la cual tenemos un compromiso muy decidido, sino también buscar lo que hemos llamado “convergencia en la diversidad”, o sea aproximar el bloque de la Alianza del Pacífico al bloque del Mercosur, entendiendo que son los dos bloques principales de integración económica de América Latina y que han ido por carriles muy separados.
—Uruguay ya es observador de la Alianza del Pacífico. ¿Este acuerdo con Chile lo acerca a esa posibilidad?
—Hoy en día no está planteada esa situación hipotética. Uruguay es miembro observador de la Alianza del Pacífico. Yo creo que esto tiene que ser gradual y de acuerdo a los intereses soberanos de cada país. La Alianza del Pacífico es un esquema abierto en cuanto se cumplan con las condiciones para su membrecía. Pero lo que sí queremos es ser un puente para el Uruguay en dirección al Asia Pacífico, un puente para el Mercosur, porque Chile tiene las condiciones de proyectarse al Pacífico a través de corredores biocéanicos que estamos trabajando conjuntamente con Brasil, Argentina, Paraguay.
—¿Qué opinión tiene del sorpresivo resultado del referendo en Colombia?
—Yo creo que sorprendió a todo el mundo, incluyendo a los propios colombianos. Quienes estuvimos en Cartagena de Indias (había quince presidentes, debe haber habido 25 cancilleres, estaba el Secretario General de la ONU), tuvimos la sensación de que iba a triunfar el “Sí” como expresión del compromiso con la paz. Lo importante ahora es como se sigue para adelante. El propio presidente (Juan Manuel) Santos ha marcado el camino: diálogo nacional, un entendimiento para persistir en el camino a la paz.
—¿Le parece que la izquierda de la región actuó como debía con respecto al gobierno venezolano?
— Cada uno es responsable de sus dichos y actos. Yo solo puedo hablar por Chile. Creo que hemos sido muy consecuentes en el sentido de mantener nuestra línea que tiene como uno de sus principios la promoción y la defensa de la democracia y los derechos humanos. Al mismo tiempo hay que ser realista en relación a cuánto puede uno contribuir en otro país. Al final de cuentas son los venezolanos los que tienen que definir su futuro. El ser progresista no puede ser contradictorio con defender los derechos humanos.
—Es bajo el nivel de aprobación a la gestión Bachelet. ¿Cuál es su interpretación?
—La disconformidad es característica hoy de prácticamente todos los países. Hay un malestar social y político que se expresa en una fuerte crítica a las elites y por cierto a la política. Tiene que ver con las redes sociales, con la era digital, con los logros que hemos tenido, porque en América Latina ha habido progreso. Y el progreso no necesariamente trae consigo conformidad. Y si a eso le agregamos una des aceleración de la economía internacional y la caída de los “commodities” que afectó el crecimiento en nuestros países, eso es una fórmula para la crítica. Pero creo que Chile sigue siendo un país que avanza, aunque a tasas muy inferiores de las que somos capaces. Está haciendo reformas. Estamos muy orgullosos de lo hecho en 25 años de retorno a la democracia. Hay tareas pendientes.
—Usted escribió un libro que cuenta cómo se llegó a la invasión de Irak, basado en su experiencia en la ONU como representante chileno. ¿Siente desazón al ver hoy Medio Oriente?
—Lo veo con mucha preocupación. Porque la inestabilidad en el Medio Oriente se ha incrementado. Una parte de la explicación fue la invasión a Irak. Fue un profundo error. En Chile nos dejó muy satisfechos la postura que tuvimos en el Consejo de Seguridad. Nos opusimos al uso de la fuerza sin justificación en el caso de Irak. No había armas de destrucción masiva. En definitiva hay más inestabilidad de la que había antes. Al Qaeda ha sido superada por ISIS y por cierto no hay ningún factor que ayude a las conversaciones de paz entre Israel y Palestina. Hay más países en conflicto y basta mirar Yemen e incluso lo que ha pasado en Turquía. Algunas de las situaciones solamente se resuelven con diplomacia. No es un momento que uno pueda ver con esperanza a Medio Oriente.