Una de las principales afectadas de la guerra comercial que sostiene Estados Unidos con China (y con el resto del mundo) es la compañía aeroespacial más importante del planeta: Boeing. La multinacional estadounidense está sobre el alambre por los aranceles al acero y al aluminio que podrían dinamitar su poderío sobre Airbus, de origen francés.

Pese a que las dos potencias se mostraron cautas sobre la posible repercusión, la conclusión evidente es que la economía hace tiempo que dejó de ser un aspecto aislado a la realidad de cada país para convertirse en un tablero de ajedrez a nivel mundial. Una de las prueba puede descubrirse en el origen de las piezas necesarias para construir uno de sus clásicos aviones comerciales.

 

Infografía de Tomás Orihuela y Rodrigo Acevedo Musto

Infografía de Tomás Orihuela y Rodrigo Acevedo Musto

Curiosamente, la mayoría de piezas del Dreamliner 787 no las construye ni Boeing, ni sus filiales en Canadá o Australia. Esto es importante porque los aranceles no solo afectan a bienes listos para ser consumidos como la soja, los frutos secos o el pescado. Las listas kilométricas de productos incluidos (para leer algunas de ellas se necesitan doce horas) incluyen bienes intermedios, es decir, los que se necesitan para fabricar otros. Así que si a la empresa le cuesta más dinero producir una aeronave, el precio al que la venderán a las aerolíneas será mayor.

Probablemente no tuvieran pensado comprarse la aleta del Dreamliner 787, y quizá tampoco tengan espacio para guardar un avión en casa; pero conviene recordar que los pasajes que compran están sujetos a variaciones en los precios por asuntos como este. Casi todas las empresas que ofrecen servicios de transporte aéreos tiene un Boeing en sus filas. Lo raro es no tenerlo.

Hay casi 20 empresas repartidas en una decena de países por cuatro continentes que se encargan de piezas específicas indispensables para hacer volar una caja de metal con gente dentro. El motor, por ejemplo, es obra de la empresa estadounidense General Electrics y la británica Rolls Royce. Las alas son fruto del trabajo de expertos en Australia, Japón, Corea del Sur, Italia… Las puertas de pasajeros no las construye la misma compañía que se encarga de las de carga. Unas se hacen en Francia, otras en Suecia.

 

Infografía de Tomás Orihuela

Infografía de Tomás Orihuela

Esto es habitual en otro tipo de productos también, fruto de la globalización de la economía en la que vivimos sumergidos desde hace 200 años, tal y como detalló la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos).

Un ejemplo manifiesto de dicho proceso: la logística necesaria para construir un iPhone. El principal producto de la empresa billonaria que fundó Steve Jobs está formado por componentes en su mayoría asiáticos. De hecho, lo único que se necesita en suelo norteamericano es una serie de minerales para construir la pantalla. Una investigación del medio especializado en economía, Business Insiderrecalcó que gran parte de los componentes para hacer los botones, la pantalla, la cámara o las baterías vienen de China, Corea del Sur y Japón. Mientras tanto, Donald Trump sigue sumido en una guerra comercial que pone en peligro relaciones económicas internacionales con potencias de todo el mundo.