FINANZAS DE BOLSILLO
Escrito, roto, quemado: ¿qué pasa con el billete que se deteriora?
El año pasado el Banco Central “aniquiló” más de 35 millones de unidades.
Abra la billetera o revuelva en sus bolsillos en busca de un billete. ¿Alguien hizo un garabato sobre la cara de Eduardo Fabini que aparece en los de $ 100? ¿Tiene alguna rotura o un mensaje escrito que difícilmente llegue a su destinatario?
El billete, ese medio de pago que durante su vida útil pasa de mano en mano para comprar diferentes bienes y servicios, se deteriora, ya sea de manera intencional o por el desgaste natural de su trajinar diario. En caso de que se trate del primer escenario, se considera una infracción y la persona podrá enfrentar una —abultada— multa de hasta 50.000 unidades indexadas (unos $ 179.735).
Dentro del abanico de objetivos que persigue, el Banco Central (BCU) debe procurar que los billetes que circulan en el territorio mantengan una “buena calidad”, indicó el regulador a El País a través de su Departamento de Comunicación. Justamente, preservar ese estándar es la razón detrás de la destrucción de aquellos que no están a la altura.
El BCU define a un billete deteriorado como “todo billete legítimo cuya superficie se encuentre alterada”.
A los efectos de su canje o renovación, indica el regulador, se considerará bajo esta categoría a todo aquel que esté “dividido, perforado, escrito, borrado, manchado, descolorido, sucio, quemado o cercenado”. Esto se podrá hacer siempre y cuando se reúnan ciertas condiciones como, por ejemplo, que la superficie llegue —en una sola pieza— a más del 60% del billete completo.
Si una persona tiene en su poder un billete con alguna de estas características puede “canjearlo” por otro, tanto en un banco como en el BCU.
Las instituciones financieras, por su parte, deben separar los billetes deteriorados y acercarlos al BCU. Estos billetes solamente se pueden utilizar para depositar allí.
Además de los bancos, hay una serie de instituciones financieras no bancarias que también están alcanzadas por esto: cooperativas de intermediación financiera, casas financieras, casas de cambio, empresas administradoras de créditos, empresas de servicios financieros y empresas de transferencia de fondos.
Una vez que la autoridad monetaria recibe estos billetes maltratados, ¿qué hace con ellos? Desde el BCU explicaron de esta manera el camino que se sigue para cumplir con la certificación de calidad que tiene el Departamento de Tesoro del regulador: el proceso se compone de tres “grupos” que recuentan lo que llegó hasta sus manos. Primero, la Unidad de Clasificación y Recuento lleva adelante un control por muestreo de parte de lo recibido. El porcentaje de la muestra depende de la denominación del billete. En una segunda etapa, un grupo de tesoreros hace un control aleatorio sobre los millares que están bajo la lupa. Por último, la Auditoría Interna del BCU efectúa un tercer —y definitivo— control.
Si en todo este periplo no surge ninguna “objeción”, el monto total recibido es transportado —en conjunto por Tesorería y Auditoría Interna— hacia la máquina destructora, donde los billetes finalmente se reducirán a pedazos.
Para cerrar el proceso, se controla que la destrucción haya sido total y se labra un acta donde se deja constancia del hecho.
Millones de billetes corrieron esta suerte el año pasado. En concreto, durante 2016 más de 35 millones de unidades pasaron por la máquina destructora, según la información facilitada por el BCU.
Los “aniquilados” en mayor cantidad fueron los de $ 20. Más de 10,5 millones de los billetes verdes con el rostro de Juan Zorrilla de San Martín se destruyeron el año pasado. Les siguieron los de $ 100: por encima de 7,4 millones de unidades. El podio lo completó en 2016 el de $ 50, de los cuales dejaron de existir arriba de 4,9 millones.
Los que dejaron de existir en menor número fueron los de más alta denominación: el año pasado solamente se destruyeron 587.250 unidades de los de $ 2.000.
Este proceso de dejar sacar del medio a aquellos que, por un motivo u otro, no estaban aptos para andar por la calle “depura” año a año el “parque” de billetes.
El circulante de billetes al 31 de diciembre del año pasado ascendió, en el caso de los de $ 20 (los de menor denominación) a más de 35 millones de unidades. Para esa fecha, el tipo que más se encontró fue el de $ 1.000: había 36,2 millones al último día del año. Los terceros “más populares” fueron los de $ 100, había encima de 23,8 unidades por ese valor.
En el extremo opuesto, del de $ 2.000 (el de más reciente aparición) solo se registraron 9,1 millones de ejemplares a fines del año pasado.
Los de afuera.
El BCU también tiene un proceso definido para cuando el billete deteriorado no sea nacional sino un dólar americano. En este caso, el regulador fija dos períodos en el año para que los diferentes actores —financieros como no financieros— depositen estos dólares.
“Estos billetes serán remesados por este Banco Central y cada institución se hará cargo de los posibles faltantes o billetes falsos que aparezcan, así como del costo del envío”, indica la normativa de la autoridad monetaria a este respecto.
En Argentina a los bancos les “sobran” billetes.
Debido a la decisión del Banco Central argentino de no aceptar más efectivo de los bancos privados, sumado a la baja demanda de crédito en pesos del país vecino, las mejores tasas en dólares y el blanqueo de capitales, entre otras causas, los bancos rebasan de efectivo, lo que tiene un costo logístico del que nadie quiere hacerse cargo.
La situación no es inocua y puede tener impacto. Las entidades financieras advirtieron que cobrarían una tasa a los depósitos en efectivo de las compañías privadas y estas amenazaron con trasladarles ese costo a los consumidores. En ese marco, el Central aceleró su proyecto para impulsar el uso de medios de pago electrónicos y su capacidad de destrucción de billetes. Por eso, a principios de marzo, los bancos aplazaron su amenaza por 180 días. El gobierno aceleró la eliminación de billetes deteriorados. La entidad profundizó ese último proceso gracias a una nueva máquina recientemente adquirida con ese objetivo por los bancos privados y prestada al regulador. Se espera estar a la brevedad en condiciones de destruir alrededor de 10 millones de billetes por día, principalmente de $ 100. Desde que entró en funcionamiento la nueva máquina, se viene aumentando la cantidad de billetes destruidos. GDA – LA NACIÓN